• El atleta hace parte de la delegación de Santander que compite en los IV Juegos Deportivos de Mar y Playa. Integra también la selección colombiana y es un referente de la región en este deporte.

Coveñas, Sucre, lunes 25 de octubre de 2021. El deporte es esencial para la vida por los valores que transmite, porque en él muchos jóvenes encuentran un refugio para distraerse y dejar de lado los malos hábitos. A Julián Velandia lo impulsó a no quedarse, a ir más allá de los que creía eran sus límites, a superar sus expectativas y, de a poco, se ha convertido en un referente en su región en el rugby.

Desde pequeño empezó su interés por la actividad. Primero, lo hizo en el fútbol: defensor central, alto y de pierna fuerte. Pocos delanteros podían pasar intactos de su férreo marcaje, ese que cuando apenas se está empezando es fuerza, agarre y una que otra patada en los tobillos. No pudo seguir por algunos problemas financieros en su hogar y fue un momento en el que su vida se vio sin dirección.  

Eso llamó la atención de su mamá, Graciela Fontalvo, quien preocupada al ver  cómo su hijo menor se quedaba sin hacer nada, lo metió al gimnasio, que se terminaría convirtiendo en el símbolo de cambio. Allí conoció a Raúl Vega, entrenador de rugby de Santander.

Empezó en 2013, cuando aún estaba en el colegio. Asistía al Instituto Politécnico en Bucaramanga, pero sus notas no eran las mejores, por lo que tuvo que interrumpir las prácticas. “Siempre me repetí que ese deporte me gustaba mucho y me puse como meta regresar en 2014. A partir de ese momento, empecé a ser mejor estudiante, no volví a tener problemas con las materias y pude regresar”.

Fue un deporte que lo cautivó por completo, en el que pudo demostrar sus cualidades, en el que la fuerza, que siempre le criticaron en el fútbol, se convirtió en una virtud. “Después del primer golpe a uno le queda gustando”, dice con el brillo en sus ojos, como si recién estuviera comenzando a practicarlo.

Tan rápido fue su auge en el deporte, que en 2015 tuvo la primera oportunidad de hacer parte de la selección Colombia juvenil. Lo llamaron para participar en un suramericano que se llevó a cabo en la Guajira. “Casi no tuve minutos”, recuerda con la mirada puesta en la cancha. “Pero fue una gran experiencia para mí porque fue la primera representando al país y salimos campeones. En 2017 volví al Suramericano y tuve más opciones, me fue bien y volvimos a quedar en primera posición”.

Posteriormente, pasó a nivel mayor, donde la competencia fue más dura. Pero siempre estuvo ahí para afrontar las exigencias, sin quitar la sonrisa de su cara ni la decisión de sus ojos. Siempre con el mentón en alto y la mentalidad clara de que, aunque el rugby en el país sea de altas y bajas, su meta es dejar un gran legado en este deporte.

Y es que el rugby más que de fuerza, es un deporte que le ha dejado unos valores inigualables que lo han formado en lo personal y profesional. Dos, principalmente: “El respeto al rival hay que aplicarlo todo el tiempo, porque esto es un deporte que, así como es brusco tiene sus reglas entonces el respeto prima para que esas reglas se cumplan y la humildad de saber aceptar los reveses con la mirada al frente y felicitar al rival por su logro”. 

Pero también, le ha dejado la disciplina, que le ha servido para afrontar su proceso en la selección nacional porque se está compitiendo a un nivel importante. “Cada decisión que se toma es vital, la forma de dormir, comer y el entrenamiento es muy importante, así como el rigor que se mete en cada una de las prácticas”, dice. 

Con ese pensamiento, actualmente aparte de representar a Santander en los IV Juegos de Mar y Playa, también luce la amarilla de Colombia en la Superliga Americana de rugby, el torneo más prestigioso del continente en este deporte.

Su próxima meta es competir a nivel internacional e intentar ganarse una beca para estudiar lo que sueña: fisioterapia. Una meta propuesta que con disciplina no está lejos de hacerse realidad.